miércoles, 30 de mayo de 2012

El Destino de una mente capítulo 3

III Durante los días en que Rubén se encotraba internado Mercedes y Alberto se turnaban el cuidado del niño, mientras que Rosaura y Andrea se quedaban en casa al cuidado de la hermana mayor de Alberto, llamada Olga. Esta mujer era muy querida por sus sobrinos y en ocasiones Mercedes se mostraba celosa, aunque agradecía que cuidara a sus hijas en una situación difícil como la que estaban pasando. Olga era una mujer fervientemente religioosa y les inculcaba enseñanzas cristianas a sus dos sobrinas; durante los domingos las llevaba a misa y los martes rezaban juntas el rosario, además les relataba pasajes de la biblia que dejaban fascinadas a las niñas. Rosaura realmente disfrutaba la compañía de su tía y la veía como un ejemplo a seguir y Olga, al no haberse casado y no tener hijos, trataba a sus sobrinas como si fueran sus hijas, en especial a Rosaura, en quien veía reflejada en ella su propia infancia. Después de tres semanas de estar hospitalizado, el pequeño Rubén se recuperó y fue dado de alta del hospital. A pesar de que los médicos advirtieron a la familia que el niño podría tener secuelas a largo plazo y que necesitaría vigilancia cercana, Mercedes no les prestó atención; en ese momento sólo deseaba tener a su hijo de regreso en casa. Al salir del hospital Alberto se despidió de su hijo, sin mirar a Mercedes, quien no se inmutó ante la indiferencia de su ex esposo. Pocos minutos después Mercedes llegó a su casa, en donde se encontraban Rosaura y Andrea esperando ansiosas la llegada de su hermano menor mientras estaban acompañadas por Olga, que también se sentía emocionada porque su sobrino al fin había recuperado la salud. Al ver a su hermano de nuevo Rosaura corrió para abrazarlo, pero Mercedes la detuvo de forma brusca. -¡No te acerques a Rubén! –gritó Mercedes-. El niño se encuentra muy débil y debe descansar, además tú tienes la culpa de lo que le pasó, así que de ahora en adelante tienes prohibido acercarte a él, ¿entendiste? Después de escuchar las palabras de su madre Rosaura comenzó a llorar. Olga se sintió conmovida al ver el sufrimiento de su sobrina, y decidió defenderla de su madre. -Creo que estás siendo muy dura con tu hija, Mercedes –dijo Olga-, lo que sucedió fue un accidente, Rosaura no tiene que vivir con eso toda la vida. -Tú no te metas, Olga –respondió Mercedes-, yo sé cómo educar a mis hijos, algo que tú no sabes ya que nunca pudiste ser madre, no eres más que una pobre solterona. -Tal vez sea una solterona como tú dices, pero he sabido ganarme el cariño de tu hija y creo tener derecho a defenderla cuando se está comentiendo una injusticia con ella, como sucede ahora. -Te digo que no te metas. De cualquier forma ya estoy de regreso en casa y no es necesario que vengas más aquí, te agradezco que hayas cuidado a las niñas durante mi ausencia. -No tienes nada que agradecer, lo hice con gran placer –respondió Olga con gran dignidad-. También me he dado cuenta que Rosaura aún no ha hecho su primera comunión, por lo que me gustaría llevarla al catecismo y ser su madrina. -Por mí no hay problema, aunque ya sabes que yo no creo en ninguna religión, pienso que todas esas instituciones son una farsa que sólo se aprovechan de la ignorancia de la gente para controlar sus mentes sumisas y quitarles su dinero –comentó Mercedes con un dejo de soberbia. Mercedes no compartía las ideas de Olga, y la veía con recelo al recordar que era hermana de Alberto. La buena mujer se acercó a su sobrina para tranquilizarla y despedirse de ella. -Me tengo que ir, Rosaura, pero regresaré la proxima semana para llevarte a la iglesia. Mientras tanto tienes que portarte bien y obedecer en todo a tu mamá, ¿de acuerdo? -Sí, tía. Gracias por cuidarme, te quiero mucho. Después de que se retiró Olga, la pequeña Rosaura se acercó a Mercedes para hacerle una pregunta. -Mamá, ¿por qué no me quieres? ¿Acaso yo soy una hija adoptada? -¡Ay, no jodas! ¡Tú estás loca! –respondió Mercedes con fastidio. Al escuchar estas palabras Rosaura volvió a romper en llanto, y llena de amargura le gritó a su madre: -¡Te odio! ¡Detesto ser tu hija! ¡Me gustaría que mi tía Olga fuera mi mamá, ella sí me quiere! Rosaura aún no terminaba de hablar cuando su madre ya había alzado su mano para golpearla, pero en ese instante Rubén comenzó a llorar asustado por los gritos, por lo que Mercedes se dirigió a donde estaba su hijo. -¡Esta vez te salvaste, cabrona, pero la próxima vez que me faltes el respeto no sabes como te irá! –dijo Mercedes con unos ojos desorbitados por el intenso odio que tenía en su corazón. Rosaura respondió a su madre con una mirada más intimidante, haciendo que Mercedes se retirara atemorizada; la mujer no imaginaba que una niña de la edad de su hija pudiera tener tanta amargura y rencor. Rosaura no comprendía porqué recibía malos tratos de Mercedes; desde su más tierna infancia sólo recordaba recibir gritos e insultos por parte de su madre sin recibir ninguna explicación. Durante los siguientes cinco meses Rosaura asistió a la iglesia que se encontraba cerca de su casa con el fin de prepararse para su primera comunión. Rosaura disfrutaba asistir al catecismo, en donde se mostraba muy participativa al responder todas las preguntas que hacía la maestra. En esas clases la niña recordaba perfectamente las enseñanzas de su tía Olga. Finalmente llegó el momento en que Rosaura realizaría su primera comunión. Un día antes de la ceremonia la niña se confesó por primera vez ante el sacerdote, quien sólo le dio una pequeña penitencia al considerar que la única grave que había cometido era haberle gritado a su madre cuando le recriminó su falta de cariño. La niña aceptó esa penitencia con gusto y devoción. A la mañana siguiente Rosaura se despertó muy temprano con un gran entusiasmo; era un sabado y el clima era soleado. La niña se puso un vestido blanco lleno de adornos de tul que le fue obsequiado por Olga, que a partir de ese dia también sería su madrina. A pesar de que el vestido era incomodo la niña se sentía feliz al portarlo. Rosaura llegó a la iglesia acompañada de su madre y sus hermanos; Olga llegó pocos minutos después. Alberto llegó solo al templo y saludó sólo a sus hijos y a su hermana, posteriormente se sentó en una de las bancas traseras. Mercedes, que se consideraba atea, veía la primera comunión como un deber social más que como un sacramento, y pensaba que si alguno de sus hijos no lo realizaba sería mal vista por su circulo de amistades. Durante la ceremonia la niña escuchó con atención las palabras del sacerdote, y al momento de recibir la hostia en sus labios por primera vez sintió una emoción extrema que la llevó al llanto, lo que ocasionó que Olga la mirara con ternura, mientras que Mercedes mostró indiferencia, ya que se encontraba más preocupada por lo que hacía la gente que se encontraba a su alrededor. Al terminar la ceremonia todos los miembros de la famila Sauza se tomaron una fotografìa afuera de la iglesia, aparentando que vivían felices y unidos. Rosaura no recordaba un momento como ese, pero se sentía feliz por estar por única ocasión con toda su familia, algo que no volvería a suceder jamás. Derechos Reservados Raúl Sepúlveda Tello 2011

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