martes, 29 de mayo de 2012

El Destino de una mente capítulo 1

I Era una tarde lluviosa de septiembre, las gotas de agua se deslizaban sobre una ventana del hospital psiquiátrico y el techo presentaba algunas goteras, sobre todo en el área de pacientes agudos, donde se encontraba Rosaura Sauza, que observaba la calle a través de la ventana. Esta mujer tenía ocho meses de internamiento en esa institución y su contacto con el mundo exterior se limitaba a esa ventana, a las salidas al pequeño jardín del hospital durante las tardes y a las visitas cada vez menos frecuentes de sus familiares. Rosaura era una mujer de cuarenta y tres años de edad, que tenía una gran belleza que fue opacada por las circunstancias de la vida y por su propia enfermedad; nadie fue capaz de reconocer que era bella, ni siquiera ella misma, por lo que no ponía atención en su aspecto. Su cabello, alguna vez largo y ondulado, pasó a ser corto y trasquilado de forma grotesca, no usaba maquillaje, vestía ropa deportiva de color gris y se encontraba descalza. La mayor parte del tiempo estaba dentro de su cuarto, y sólo convivía con otros pacientes cuando no se encontraba sedada por los medicamentos que recibía. Esa tarde la mujer se sentía nostálgica, y mientras se debatía en soledad con sus recuerdos, comenzó a recordar su vida. Rosaura nació en una familia de clase media alta que habitaba en una casa ubicada en el área residencial de una ciudad reconocida por la prosperidad de sus habitantes. El padre de Rosaura, llamado Alberto Sauza, era un prestigiado cirujano plástico que imponía respeto y temor. Este hombre se dedicaba por completo a su trabajo, en el que tenía una gran presión al realizar cirugías difíciles en las que estaba en riesgo la apariencia -y en ocasiones la vida- de sus pacientes. Alberto se sentía infeliz y poco realizado en su profesión y su papel en la familia se limitaba al de ser el proveedor del hogar. En ocasiones se comportaba de manera agresiva, sobre todo cuando bebía alcohol. Rosaura no recuerda haber recibido ninguna caricia o palabra afectuosa por parte de su padre, incluso frecuentemente era maltratada por él. Cierto día, cuando era niña, Rosaura despertó a Alberto mientras trataba de dormir. El hombre furioso la golpeó en la cara con el puño cerrado, lo que provocó el llanto de la niña. La madre de Rosaura, llamada Mercedes Rocha, abandonó sus estudios de leyes después de contraer matrimonio para dedicarse exclusivamente a los compromisos sociales y al cuidado del hogar, a pesar de que no le entusiasmaba mucho la idea de estar en casa. En un principio el matrimonio marchaba por buen camino, pero con el paso del tiempo Mercedes y Alberto comenzaron a tener problemas a causa del carácter del hombre, quien se irritaba ante las constantes salidas de su esposa con sus amigas y su derroche de dinero. Por su parte Mercedes se molestaba por el alcoholismo de su esposo, que con el paso del tiempo se hizo más evidente. A pesar de los constantes pleitos, la pareja tenía una vida sexual activa, aunque en ocasiones Mercedes no se encontraba dispuesta a intimar con su marido, sobre todo cuando Alberto se encontraba bajo los efectos del alcohol. Después de dos años de matrimonio Mercedes y Alberto tuvieron a su primera hija, a la que llamaron Andrea. Dos años más tarde nació Rosaura. Mercedes mostró una predilección por Andrea hasta que nació Rubén, el único hijo varón de la familia Sauza. La llegada de este niño trajo varios cambios al entorno familiar; Mercedes estaba feliz por tener un hijo varón y dirigió todas sus atenciones hacia el niño. Alberto no mostró la misma alegría que su mujer, incluso tuvo celos hacia su hijo al sentirse desplazado por él. Las dos hermanas sintieron alegría por tener un hermanito; en ocasiones jugaban con el niño como si fuera un juguete o una mascota, lo que causaba una gran ansiedad a Mercedes, que reprendía a sus hijas por tratar de esa manera a Rubén, al que consideraba muy frágil e indefenso frente a sus hermanas mayores. Con el paso de los meses Mercedes se tornó más sobreprotectora hacia su hijo, a tal grado que abandonó sus otras actividades para dedicarse a su cuidado, lo que provocó acaloradas discusiones con su marido. Una noche Alberto se encontraba ebrio, y le reclamó a Mercedes la actitud sobreprotectora hacia su hijo -¿Por qué no me atiendes, mujer? –preguntó Alberto- ¡Sólo te importa ese niño, no dejas que le de ni el aire! -¡Deja en paz a mi hijo! –exclamó Mercedes- ¡Tú no sabes lo que es ser madre! -¡Con esa actitud sólo harás de él un afeminado! ¡Tiene que aprender a ser un hombre! ¡No puede vivir debajo de tus faldas toda la vida, lo único que haces es castrarle la mente! -¡No tienes derecho a reclamarme nada! ¡Jamás te has preocupado por tu familia! ¡Nunca estás en casa! -¡Si no estoy aquí es porque tengo que trabajar para mantenerlos! ¿Acaso tú has trabajado alguna vez en tu vida? -¡Lo haría si no hubiera tenido que abandonar mi carrera! –respondió Mercedes mientras lloraba amargamente. Rosaura y Andrea escuchaban asustadas la discusión de sus padres; el único que dormía era el pequeño Rubén, quien se encontraba totalmente ajeno a la difícil situación por la que pasaba su familia. -¡Siempre sales con la misma pendejada de tu carrera! ¡Nadie te obligó a que dejaras de estudiar! ¡Pudiste seguir estudiando pero preferiste casarte y ser sólo la señora de alguien! -¡Cállate, infeliz! ¡Lárgate de esta casa, no te quiero volver a ver! -¡Si eso es lo que quieres, me largo de aquí! –gritó Alberto, que se dirigió hacia la puerta y la cerró violentamente. Rosaura y Andrea temblaban del miedo al ver que Mercedes entraba gritando a su habitación. Rosaura trató de tranquilizarla, pero al acercarse fue empujada por su madre hacia atrás de forma violenta, y cayó al piso a más de un metro de distancia. Esta inesperada reacción causó gran pesar en Rosaura, que no comprendía la actitud de su madre ni su violento proceder; lo único que atinó a hacer fue llorar desconsolada en un rincón de su habitación. Derechos Reservados, Raúl Sepúlveda Tello 2011

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